Hace
 un mes y algo más empezó el otoño pero todavía disfrutamos de unas 
temperaturas melancólicamente desmesuradas. Es difícil o por lo menos 
incómodo siquiera pensar en algo que abrigue más que un saquito, o un foulard,
 así que aliviamos a nuestras maniquíes _ las Leonoras, las Vickys, La 
rellena Florinda y las anónimas flacas modernas_ de soportar el peso de 
una prenda invernal.
  
Crepe
 de seda rosa con mini florcitas, satén color verde malva, raso de 
algodón pétalo subido, cinta verde menta pasada por entredos de linón, 
micro botones de nácar forrados con batista de linón en los puños de 
valenciana de una blusita de fines del siglo XIX se codean con el nylon 
espumoso de un baby doll de los sesenta y un antiquísimo conjunto de calzones y blusa adornados con encaje de Irlanda. 
  
Afuera se amontonan las hojas amarillas en un remolino cargado de polvo, adentro jugamos a que el tiempo se detuvo, y aunque es Otoño y ya vendimos los primeros vestidos de lana, seguimos con 
la tradición de la vidriera en ropa interior para hacer de puente entre 
el verano y el otoño. Si todavía no la viste, date una vuelta!