Muchas veces cuando estamos trabajando sobre un vestido vienen a mi memoria comentarios de una de mis abuelas, señora sumamente distinguida que, aunque ya no contaba con un gran guardarropas, sabía cruzar las piernas con tal elegancia que nadie miraba otra cosa. ( Juro que adoptaré su look si un día encuentro ESE conjuntito de sweater y cardigan de Ban-Lon color marfil que ella llevaba apenas arremangado, acompañado solamente por su alianza de matrimonio y una sobria pulsera tipo esclava ). Bueno, resulta que un día, cuando por enésima vez yo le pedí que me contara cómo se vestía y peinaba cuando era joven, me contó una historia de corsets. Según mi abuela, a principios del siglo XX, cuando su madre se ponía uno de esos trajes de batista de lino, blancos, impecables, de cinturita diminuta, con ese armatoste sobre el trasero llamado polizón, tomaba primero una gran cucharada de aceite y luego empezaba a ajustar tirando de los cordones de su corset, de a poco, hasta que su cuerpo alcanzaba esa figura inverosímil que vemos en las fotografías... -"...y después?..."_ preguntaba yo: -"¡y después?... Después se desmayaba!"_ me dijo sonriendo.
Gracias al Cielo, y a Paul Poiret primero y Gabrielle Chanel después, un día las cinturas se soltaron, los órganos internos recuperaron su posición y nació la figura andrógina que fumaba y se agitaba al ritmo del fox trot. Al terminar la Primera Guerra el dolor y las pérdidas humanas se ahogaron en el lujo decadente hasta que la Segunda Guerra trajo restricciones que arrasaron con los vestidos al bies, los satenes y las lentejuelas dejando paso a una mujer que, sorteando bombardeos, iba en bicicleta a trabajar en fábricas sin hombres.
Durante aquellos años oscuros casi todo lo que se producía se destinaba a la guerra. El cuero, la lana y el mohair se usaban para abrigar a los soldados y las mujeres llevaban trajes sastre estrictos y masculinos, con hombreras, bolsillos utilitarios y falda casi recta; los zapatos eran pesados como botas de trabajo y el único toque femenino que se podían permitir esas mujeres era una barra de labios, si la conseguían. Un lujo extremo eran las medias de seda pero como la seda se usaba para los paracaídas también escaseaba y había que ingeniárselas: hubo quienes llegaron a pintarse la costura de unas medias imaginarias con lápiz de cejas para lograr el efecto de sugerir sensuales portaligas.
Pero un día los soldados sobrevivientes volvieron y no hay nada mejor para curar heridas de guerra que una dulce mujercita que se dedica a la casa, la adorna con su presencia vestida comme il faut, y la perfuma con un buen pastel de manzanas... O vuelve de Paris vestida de negro y fumando con boquilla, como Audrey Hepburn en "Sabrina"!. En nuestra tienda no fomentamos el uso del corset _¡Chanel nos libre y nos guarde!_ pero adoramos el Nuevo Look súper femenino de Dior y Givenghy que surgió después de los cuarenta. Si pensamos en la moda como un diálogo entre nuestra propia vida y las circunstancias que la rodean, veremos que hay siempre algo para ver y comprender detrás de cada diseño.
¡Uuups!... ¿Podrán creer que escribimos todo esto para hablarles de nuestra elegida del mes?... Una exquisita falda años cincuenta confeccionada uniendo cintas de gros con galones bordados con románticas rosas. Importante: ¡Se mueve deliciosamente al bailar!
Foto: Victor Wolf |
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