Cabildo de Buenos Aires estampado en un pañuelo de los años 50´s |
Los Señores de cierta importancia están deliberando en el Cabildo y en casa las Señoras apuran la comida para cuando vuelvan. No hay celulares y hay que mandar a los criados por noticias: dicen que se huele un aire de rebeldía y también un miedo respetuoso a los cambios, pero en España el trono es prisionero del Imperio Napoleónico y no hay tiempo que perder. Los cambios, las épocas difíciles, son a menudo el motor para buscar un mejor rumbo y la Revolución de Mayo, soñadora y pacata al mismo tiempo, fue el primer paso para crear una nación.
Desde chicos asociamos los días previos al 25 de Mayo con la imagen del Cabildo y los paraguas donde no se ven casi figuras femeninas. Hay una confusión alimentada por las fiestas escolares de una figura emblemática de "dama antigua" que no condice con la época porque en 1810 ya no se usaban esas enormes faldas fruncidas que hemos visto y usado en la escuela, reproducidas al infinito en papel crépe. Habían pasado sólo veinte años de la Revolución Francesa y los jóvenes que volvían de Europa traían los baúles llenos de libros audaces y revistas de moda francesa para las mujeres de la familia y el gusto por lo francés pronto se vió en las siluetas de las porteñas.
Como toda revolución que se precie la de Mayo estaba llena de ideales y propósitos de austeridad, por lo que en la época era de buen tono usar pocos adornos en los vestidos de corte princesa y mangas abullonadas. Pero el doble mensaje se leía no solamente en las declaraciones de sumisión al Rey Fernando de la Primera Junta: es natural que las ideas se trasladen al vestir por eso la sobriedad no impedía que la sencilla muselina dejara transparentar las siluetas con cierto desparpajo.
Cuando nos ponemos un vestido estamos usando un lenguaje, tan válido como cualquier otro, para decir algo, y a veces no somos sólo nosotras las que hablamos a través de la moda.
Si nos enfrentamos al placard con la frase "no tengo qué ponerme" no es porque eso sea una verdad práctica sino porque casi cada día nos enfrentamos a la necesidad de comunicar, de celebrar, o de protestar si es necesario, a través del vestir. No somos, o no nos sentimos igual todos los días, por lo que cada vez que nos vestimos la diferente combinación de prendas debería funcionar como una frase escrita para comunicar diferentes cosas. Si abrimos una revista de moda y nos desayunamos con que ahora resulta que hay que usar calzas o salir corriendo por un tapado color marsala y lo hacemos, estamos anulando ese deseo de expresión que nos debería permitir el vestir.
Han pasado doscientos años desde aquella Revolución, hemos visto muchas otras revoluciones pasar y a la moda coquetear con el legado de la Historia y volver a hacerse la moderna en un juego que es muy difícil de seguir. ¿Qué tal si nos independizamos un poco, y empezamos a buscar no lo que un editor nos dice que debemos usar sino aquello que nos sienta bien, o que simplemente nos es cómodo, o nos divierte?...
Para La Percalina buscamos aquellas prendas diferentes, que han sobrevivido al tiempo, hechas con géneros interesantes, con moldes amigables para nuestros movimientos o concebidos para mostrar todo lo que tenemos para decir o disimular lo que no nos queda bien; y las rescatamos con esmero de dama antigua para que te puedas sentir liberada de las ataduras de lo que se usa y lo que no. Porque de eso se trata la diversión de vestirse, ¿no les parece?, y a eso también lo podemos llamar libertad.
Feliz 25 de Mayo!
La Pirámide de Mayo estampada sobre un pañuelo de los 50´s |