El nombre del color turquesa deriva de una piedra que estuvo destinada a los dioses y los templos de todas las épocas, desde las culturas mesopotámicas hasta las mesoamericanas. Se la describe en los textos más antiguos y se la usaba para representar figuras míticas, por eso lleva una carga implícita de misticismo. Seguramente por eso fue un color tan popular en los años cinuenta y sesenta, dos décadas caracterizadas por la rebeldía juvenil en las que los jóvenes sintieron que tenían en sus manos el poder de cambiar el mundo.
Pero no sólo fue popular en los inicios de las civilizaciones o cincuenta años atrás, en 1998 Steve Jobs cambió para siempre el diseño de las computadoras cuando presentó un revolucionario modelo en color azul bondi, el color del mar de la playa Bondi Beach en Australia: los colores bellos no pasan de moda.
El celeste turquesa se asocia al cielo, al mar, a la lluvia y a la vegetación. Es también un color que podríamos hasta llamar "comunicativo", con impulso propio, que acompaña con energía las actitudes creativas y los nuevos comienzos, o al menos así lo sostienen los que estudian el poder de los colores.
Es con ese espíritu optimista que siempre tratamos de tener vestidos en esa gama, aunque no sea verano y la playa esté lejos, porque lo sabemos: cada día tiene un nuevo reto para enfrentar con optimismo.
foto Victor Wolf |